¿Es tan difícil salir de ese laberinto de injusticia?

Casi todo el tiempo, en esta sociedad se habla de desempleo, de pobreza, de injusticia y de desequilibrio social, que aunque es pan de cada día, no logra el auge necesario capaz de concientizar tanto a trabajadores como a empleadores, sobre la importancia de empezar a eliminar por completo estos conceptos, por medio de justicia y equidad.
Es más fácil hablar de subordinación que de humillación, hablar de acatamiento que de maltrato, hablar de desaprobación que de desprecio o inequidad, entre otras tantas  palabras disfrazadas que ocultan el verdadero significado de empleado que se tiene por parte de varios empleadores, y que tratan de encubrir con una sola frase “para eso se les paga, y si no le gusta hay mucha más gente que está dispuesta a tomar el cargo, sin exigencias y sin reclamos”, palabra que es injusta si se le mira más de cerca ya que esta frase atemoriza e intimida, de tal forma que es imposible reclamar o hacer alguna solicitud donde se pida un mejor trato o donde se muestren las inconformidades por las que está pasando el trabajador y por las que se siente amenazado, ya que si de alguna forma hace saber estas anomalías, puede ser despedido y perder su ingreso que muchas veces es el sustento diario de un núcleo familiar o de sí mismo, pero que es obligatorio para satisfacer las necesidades humanas básicas.
Por lo tanto muchas veces es mejor quedarse callado y simplemente hacer caso omiso a aquellas agresiones, humillaciones, maltratos y/o daños tanto físicos como mentales y psicológicos por los que muchas veces pasa el trabajador, solo por ser, por pensar o por sentir diferente a lo que el empleador exige, por  caer mal, por simple capricho, por diferencia social o por terceros, buscando que el trabajador se aislé, se enferme, se canse, etc., y llegue a tal punto de renunciar, sin importarle al empleador (jefe) los daños que puede causar.
De lo anterior se puede observar como la presión que ejerce la sociedad en el individuo, por medio de necesidades tales como la alimentación, la vivienda, los servicios, la educación, el nivel social, entre otras, lleva a una persona a someterse muchas veces a humillaciones y desprecios, por conseguir ese sustento tan primordial y tan necesario para sobrevivir y obtener un lugar en esta sociedad tan fría y tan jerarquizada, llena de exigencias, de desequilibrio y de ambición. Y no solo lleva a los trabajadores a sus límites, sino que los empleadores aprovechan muchas veces esa necesidad, para sus propios beneficios, exigiendo más de lo normal o sobreexplotación  (llamándolo mayor rendimiento y productividad), reduciendo costos de mano de obra (porque hay muchos que hacen lo mismo por menos dinero), exponiéndolos a peligros tanto en la salud, como con la justicia (negocios indebidos o ilegales, etc.), entre otras ventajas que se obtienen cuando se observa el aprieto por el que los demás están pasando, porque como dicen por ahí “el vivo vive del bobo”, en este caso del necesitado, y así someterlos a constantes maltratos, ultrajes, discriminaciones, menosprecio,  riesgos (físicos y mentales), entre otros, por medio de amenazas e intimidaciones sobre su permanecía en esa organización, llevándolo a sentir intranquilidad, cobardía, angustia, preocupación y miedo, por lo que mejor no se expone, hace caso omiso y se arma de paciencia y  soporta, hasta donde lo pueda hacer. 
Cada persona tiene su propia forma de ver las cosas, de pensar y de sentir, por lo tanto es usual que muchos empleados con tal de no perder su trabajo se expongan a maltratos, como hay otros que prefieren tranquilidad, bienestar físico, mental y social, seguridad, reconocimiento, entre otros, ya que así sienten la obligación de realizar sus labores de la mejor forma, eficaz y eficientemente, y también estar en un ambiente armónico, acogedor y donde sus opiniones, ideas y sugerencias sean tomadas en cuenta y valoradas.
No es necesario someterse a condiciones extremas de maltrato, solo porque se recibe un buen sueldo, o porque es difícil conseguir un empleo mejor o diferente en estos tiempos; es también necesario e importante valorarse y respetarse como persona, saber que a pesar de las diferencias físicas, económicas o sociales, todos tienen características que lo hacen único y valioso, y no hay que permitir que otros por el simple hecho de ser jefes, acaben con la integridad de la persona, llevándola a depresiones o problemas emocionales, deficiencia en las actividades, deterioro del ambiente laboral y de la calidad de vida en la empresa u organización, perturbaciones en las relaciones entre grupos de trabajo, y muchas veces puede llevar al suicidio o a salidas atroces.
Por lo tanto es mejor denunciar estos atentados contra la salud y el bienestar físico y mental del trabajador, acabar con el miedo, y arriesgarse a tomar medidas inmediatas como mejorar el ambiente laboral y optimizar la gestión en cuanto a la comunicación en las organizaciones, lo que permite realizar un diagnóstico claro para establecer a que se debe, y como atacarlo, para eliminarlo por completo.
Por lo tanto es necesario hacer énfasis, en la integridad como persona, en combatir el maltrato laboral, y manifestar aquellas inconformidades, que atacan la calma y la salud del trabajador, sin temor a ser rebajados, avergonzados y asaltados, ya que es más importante ser tratado y valorado como persona, a ser tratado como un ente, sin valor, sin dignidad y oprimido, por el simple hecho de dejarse vencer por la cobardía.
 Porque no es difícil salir del laberinto de la injusticia, si cada uno (trabajador y empleador) pone de su parte para que todos sean tratados como iguales, y  todo trabajo sea considerado digno y tenga un ambiente íntegro, donde todos persigan una misma meta que los beneficie por igual.

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